miércoles, 31 de octubre de 2007

Misión y Visión, o ¡qué malos son los excesos!

Tengo una compi del trabajo que me da sabios consejos. Es muy clarividente y siempre me sorprende por su agudeza y espabilamiento natural. Su último consejo ha sido que tenía que aprender a tener una relación donde yo asuma que me quieren más a mi que al revés y sea tratada como una reina forever. En resumen, diagnostica que a la larga eso es más satisfactorio y productivo y además, por lo que parece se sufre menos y se vive muy tranquila y feliz . Esto transgrede gravemente los principios de mi concepto sobre las relaciones amorosas, y es que inmediatamente pienso es que eso no sería amor por mi parte. Ella insiste en que “¡que sí, que sí!”, que lo piense. Además me comenta que su relación es así. Pero yo veo que ella está coladita por su marido, o sea que....

A mi lo que me pasa es que soy tendente a la implicación excesiva en todo lo que hago. O sea que si me enamoro, es a lo bestia y me pongo el mundo por montera y si me desenamoro, pues también. Esto es muy cinematográfico ciertamente, y todos podemos imaginar los altos niveles de riesgo cierto para mi que pueden producirse. Menos mal que por lo menos no soy muy enamoradiza al fin y al cabo.... Aunque todo tiene sus ventajas, porque como dice mi amigo Rodolfo, “hija mía, ¡ hay qué ver lo que sufres y lo bien que te lo pasas!”. Y es verdad.

Si lo pienso, veo que en el trabajo es igual. También en relación a los riesgos. Por lo visto el exceso (exceso, a definir) de implicación es fatal para las ambiciones laborales de la gente. No hay cosa peor que querer hacer las cosas de la mejor manera. No es una frase baladí. “La búsqueda de la Excelencia” ha acabado con carreras de lo más prometedoras. Dicen que lo mejor es enemigo de lo bueno, pero esto es simplificar y además, es una frase que utilizan siempre los mediocres. Creo que lo que hay que hacer es ajustar los objetivos a la realidad, lo que no implica perder de vista la misión que hay que cumplir, si es que se conoce, claro.

Misión y visión. Como veis he recibido formación en managemet. Sólo me sirve para no poder acomodarme en la felicidad de la ignorancia y enfadarme un montón, además.
Iniciativas, aportaciones, simples ideas se pierden sin ser ni siquiera aparentemente escuchadas, porque ¡cómo vamos a ser demasiado creativos, o demasiado consistentes, o demasiado lógicos...! ¡O demasiado implicados!! Genera conflicto con el entorno y cansa mucho.

Intuyo que últimamente empecé a tener problemas cuando dije (¡cómo se me ocurre!): “deberíamos realizar esfuerzo interno de creatividad y análisis para asegurar el consenso departamental en cuanto a objetivo, orientación y estrategia, y así obtener la justificación previa de nuestras futuras iniciativas. Así consolidaríamos nuestra ventaja y nos permitiría avanzar con mayor comodidad”

Y es que es un nivel de agresividad inadmisible, además de que no se entiende nada.

martes, 30 de octubre de 2007

La mujer-ameba

Es absolutamente crítico tener en cuenta a estas alturas de la vida si se desea asegurar un mínimo de equilibrio mental, que en el caso de ser mujer y haber nacido en la década de los 60’s del siglo pasado, una ha vivido envuelta en un océano de mentiras políticamente correctas.

Causa y efecto. El efecto era el objetivo que nos empujaba a no traicionar las causas, y así, comportarnos según los parámetros dominantes al asegurarnos un futuro feliz.
Pura clase media, supongo.

La inteligencia emocional, los hombres-amigos/compañeros, la disminución del machismo social, la competencia leal y que el tiempo recompensa el esfuerzo. Todo falso.

Si no se hace este pequeño esfuerzo de análisis, no está de más darse directamente al Prozac, o al Diazepan . La búsqueda de las razones por las cuales la lógica aprendida jamás ha funcionado ni funcionará, resulta agotadora. A mi no me compensa, la verdad.

Bueno, no me compensa ahora porque más bien me aburre. Es que ya he descubierto lo que pasa. No tiene emoción. Las culpables somos las mujeres. Lo tengo claro.
Manifestaré mi argumento, esperando no herir ninguna sensibilidad: existe un tipo de mujer, típicamente española creo, que llegada determinada edad y situación personal, de repente enloquece. No es una locura visible o revolucionaria. Al revés, es silenciosa y aparentemente dócil y conveniente. La locura tiene varias manifestaciones, pero la más singular e inexplicable es aquella que provoca el olvido absoluto de las inclinaciones, gustos, aficiones y objetivos profesionales que han guiado su vida y sus decisiones hasta el momento, así como casi cualquier atisbo de coquetería. Al abandono físico más o menos palpable e innecesario, añaden un absoluto desprecio por la inversión en su intelecto y formación que sus familias y el Estado han realizado durante años. Ahora su principal actividad es perseguir a sus niños por el jardín de la comunidad de vecinos con un bocadillo de paté, o mejor de jamón cocido que es más sano, y explicarse mutuamente unas a otras en horario laboral, porque para eso existe la reducción de jornada, como hacen los purés para sus niños en la termomix. Por supuesto, se la llevan (la termomix) en vacaciones a todas partes. Es que no son capaces de dar potitos a sus bebés, es un horror y de ser muy mala madre. No te digo llevarlos con meses a la guardería, eso casi es criminal. Mejor dejarlo con la suegra (también se la llevan de vacaciones). No puedo evitar sospechar que lo que pasa es que es más barato, porque hay suegras y suegras. Mi ex suegra, casi le arranca a mi primer hijo el vendaje del cordón umbilical a tirones. No me daba ninguna garantía, aunque no me separé por eso.

Tengo termomix y comparto la potenciación de las medidas de conciliación trabajo y hogar. Son totalmente necesarias. Y admiro a las madres y esposas que sacrifican sus intereses cuando es preciso por el bien y el bienestar de sus familias. Pero esto requiere un esfuerzo de análisis y decisión adulta que no sé por qué, no percibo normalmente. Más bien intuyo conformismo cuando no desidia, en algunas de estas mujeres. O sea, que es más que discutible que hayan tomado decisión alguna.

En fin, prefiero pensar que es algún tipo raro de locura, el síndrome de la “mujer-ameba” lo llamo yo, para no hacernos legalmente responsables a las mujeres de nuestro propio desajuste en relación al medio profesional y social que nos rodea.
¿Cómo convencer a éste de que te mueves con las mismas expectativas y voluntades que un hombre, aunque seamos intrínsecamente distintos, si el 80% de las mujeres que los hombres conocen son del tipo ameba? Incluyendo las que tiene en casa. Imposible.

¿Soy una disidente? Creo que sí, mis iguales que como se ve no lo son tanto, no me aceptan. Y los hombres con los que hasta ahora he tenido una relación cordial, me aceptan mucho, pero también están empezando a cargarme.
El problema es mío, obvio.

Conclusión, hoy no caeré en el Diazepan por voluntad propia, pero no pienso claudicar. Tengo una hija.

En próximas entregas comentaré como las mujeres-ameba suelen evolucionar a medusas casi mitológicas si la ocasión lo aconseja y cómo son ellas al final las que siempre conservan a sus maridos.
¿Será que ir de listilla es poco rentable?

lunes, 29 de octubre de 2007

De fracaso y felicidad

Dicen que ahora, después de la primera entrada de mi blog, lo más duro será aceptar que nadie comente nada. No es para tanto... y la verdad es que no he tenido tiempo de ir comprobándolo a cada rato, pero acabo de ver que efectivamente no suscito interés mediático alguno.
De momento no me ha bajado la moral e insisto.

Hoy me pregunto, ¿puede una comer con alguien a quien quiso a morir y que le dejó tirada sin casi miramientos, mantener la dignidad y sobrevivir a la comida? He descubierto que es posible, y no sólo eso, es incluso probable descubrirse manteniendo una conversación agradable sin residuos de emotividad. Y sonreir a discreción. Y descubrir al otro sosteniendo la mirada que aún te resulta familiar y te permite comprobar de repente que no tienes deseo alguno de volver a aquellas andadas y así, encontrarse confortablemente instalada en la seguridad de una posición lejana y amigable.
Es un misterio. Convivir con el fracaso y las punzadas inesperadas de dolores pequeñitos es muy educativo. Permite conocer la esperanza del verdadero amor y reconocerlo cuando se acerca.
Y el fracaso, ayuda a disfrutar de las felicidades de los días maduros en los que sabes conformarte con miradas felices.

Que no es poco.

domingo, 28 de octubre de 2007

Nunca seré portada de Telva

Me siento fatal. Toda la vida trabajando para alcanzar la perfección y no me queda más remedio que reconocer mi estruendoso fracaso. Al menos he conseguido mantenerme por debajo de los 60 kilos, pero por lo demás.... Creía que estudiar Teleco en los 80 era un síntoma de futuro esperanzador, y creía que obedecer a papá me aseguraría un bienestar emocional razonable.
Pues nada de eso... al revés, esto es un desatre. He pasado a ser una joven promesa a convertirme en una vieja (¡qué horror!) gloria sin enterarme, y encima tengo que cargar cada día con el resultado de una ineficiente gestión de mis propias expectativas. Eso sí, la transformación se ha producido en el corto intervalo de seis años, periodo en que he tenido a mis tres hijos, los que gracias a Dios, aún me encuentran maravillosa y única. Por poco tiempo claro, pero al menos cuando llegue el momento en el que se empiecen a avergonzarse de mi y a caminar cinco metros por delante no sea que los relacionen conmigo, ya estaré acostumbrada a manejar decepciones. Además, los comprenderé perfectamente, creo.
El padre de las criaturas también me encuentra única, pero creo que no maravillosa... y yo, yendo sin parar al gimnasio...
Es agotador, porque luego encima de todo esto, tengo que hacerme la lista sin parar en el trabajo, no sea que sospechen que estoy bajando la guardia y ya no sólo vayan apareciendo jefes -hombres- treintañeros guapetones a mi alrededor de vez en cuando, sino que aparezcan a mogollón, cual avalancha. Cosa que espero suceda de un momento a otro... Total, estoy a punto de cumplir los cuarenta...
Pero ya me da igual, hijos míos... He pensado que este es el momento en que una mujer se convierte en un ente invisible para el resto de la sociedad, y seguramente será mi oportunidad.
Soy una rebelde y ahora tengo tiempo... pronto nadie me mirará y entonces no me juzgarán y seré libre por fin.
Lo único que me fastidia es no estar a la altura de la T de Telva. Me revienta no ser una madre de familia numerosa, con marido, risueña, glamourosa y exitosa en el trabajo... Pero bueno, ¡al menos aún no llego a los 60 Kilos!